Pequeños bocados, grandes momentos


Dicen que en Galicia comer es una forma de conversar. Y si hay un lugar donde esa frase cobra sentido, es en los bares y tabernas que celebran el arte del tapeo en Cambados. No es casual que esta villa marinera haya convertido el acto de picar algo en un ritual casi cultural. Aquí, cada tapa es una historia, un gesto de hospitalidad y, sobre todo, una excusa perfecta para compartir tiempo.

El tapeo no entiende de prisas. Se inicia con un vino albariño que brilla como el sol sobre las rías y continúa con una sucesión de sabores que despiertan el apetito sin saciarlo del todo. En Cambados, las barras rebosan de propuestas que van desde el pulpo a la feira hasta pequeñas creaciones contemporáneas donde la tradición se viste de innovación. Lo que nunca falta es el producto fresco, el respeto por la materia prima y ese aire relajado que convierte cada parada en una celebración sencilla y sincera.

He tenido la suerte de pasar tardes enteras recorriendo tabernas de piedra, donde el suelo aún huele a mar y los cocineros saludan por su nombre a los clientes. Es esa cercanía la que da al tapeo su carácter único. No se trata solo de comer, sino de sentirse parte de algo: una comunidad que conversa entre bocados y risas.

Cada tapa cuenta una historia. La croqueta cremosa que recuerda a las comidas de la abuela, el mejillón en escabeche que trae ecos de las bateas cercanas, la tosta de pan gallego con queso de tetilla y mermelada que equilibra dulzura y sal. No hay sofisticación innecesaria, solo equilibrio. La clave está en la honestidad del sabor y en la presentación que seduce sin artificios.

El tapeo en Galicia, y especialmente en Cambados, tiene algo de teatro improvisado. El camarero recomienda, el cliente duda, otro interviene desde la mesa de al lado para aconsejar “lo que de verdad tienes que probar”, y en medio de esa conversación espontánea nace la complicidad. Es el tipo de experiencia que solo se da cuando la comida es más que un plato: es una forma de encuentro.

Los nuevos establecimientos han sabido mantener esa esencia mientras incorporan creatividad. Hay tapas que juegan con la textura, con el color y con la sorpresa, pero sin perder el alma marinera. Se experimenta con algas, con emulsiones ligeras, con productos de temporada que llegan directamente de la lonja. Es un homenaje constante al entorno y a su ritmo natural.

Lo más hermoso del tapeo en Cambados es que no exige nada: ni etiqueta, ni prisa, ni formalidad. Solo ganas de disfrutar. Es un acto democrático del placer, accesible y compartido, donde cada mesa se convierte en un microcosmos de historias y sabores. Cuando cae la tarde y el aire huele a sal, el tintinear de los vasos y las conversaciones cruzadas crean una música que solo aquí se puede escuchar. Y es entonces, entre un último bocado y una sonrisa, cuando uno entiende que en Galicia la felicidad, como el buen vino, se sirve en pequeñas dosis, pero se saborea como si fuera infinita.